¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

21°
27 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Laberintos humanos. Pobre fogata

Jueves, 15 de junio de 2017 09:31

Delante, en algún lugar solitario de la noche, el hombre al que seguía sin saber para qué, estaba junto a la luminaria que había encendido, mientras una voz me intimaba a detenerme. Entonces le pregunté por qué, y la voz, ya calma y menos ronca, me respondió que no debía seguir.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Delante, en algún lugar solitario de la noche, el hombre al que seguía sin saber para qué, estaba junto a la luminaria que había encendido, mientras una voz me intimaba a detenerme. Entonces le pregunté por qué, y la voz, ya calma y menos ronca, me respondió que no debía seguir.

No es una razón suficiente, le dije. Nunca lo es, me dijo, porque la última decisión es nomás la del advertido. Sin embargo, agregó, yo le recomendaría detenerse, pero su tono era ya más bien el de una súplica. No me inspiraba el respeto ni el temor del comienzo, así que me senté sobre una piedra sin sacar la mirada de aquel a quien creía que debía seguir.

¿Por qué lo hace?, me preguntó la voz que me advertía. Yo alcé los hombros como quien no tiene respuesta, me puse de pie y volví a andar cuando sonó mi celular con una insistencia impropia de un aparato creado por el hombre. Su llamado me sabía a ansiedad, pulsé la respuesta y escuché la misma voz que me estaba hablando, ahora por medio de mi teléfono.

Vea amigo, me dijo. Yo que usted ni me le acerco, agregó con la voz temblorosa, pero yo ya estaba decidido a cumplir con ese deseo que vaya a saberse de donde me nacía, me puse de pie, pensé en dejar el celular sobre la piedra pero preferí cortar la conversación y guardarlo en el bolsillo, y aunque entonces siguió sonando, no volví a atenderlo.

Así fue que anduve un tramo más, ya sin nadie que me dijera que no debía hacerlo, hasta que estuve detrás del hombre que se calentaba con la pobre fogata que había encendido en el suelo.