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Laberintos humanos. Silbando huainos

Jueves, 10 de agosto de 2017 21:51

El barrio se había convertido en un ir y venir de tropas de bandos distintos que parecían pertenecer al desconcertado bando derrotado. Algunos hablaban idiomas incomprensibles pero silbaban huaynos, mientras que otros nos ofrecían monedas extranjeras por las migas de alguna galletita.

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El barrio se había convertido en un ir y venir de tropas de bandos distintos que parecían pertenecer al desconcertado bando derrotado. Algunos hablaban idiomas incomprensibles pero silbaban huaynos, mientras que otros nos ofrecían monedas extranjeras por las migas de alguna galletita.

Otros llevaban prisioneros vaya a saberse adonde, cuando mi vecino reconoció entre esos soldados a un hermano suyo. ¡Pancho!, le gritó y el otro, que al instante supo que este se llamaba Samuel, dejó su fusil contra un árbol para abrazarlo. ¿Qué es lo que pasa?, preguntó Samuel y Pancho le respondió que la superioridad se había rendido ya.

Pero, ¿quiénes son unos y quiénes son los otros?, quiso saber Samuel y Pancho alzó los hombros como si no lo supiera. Es una guerra, trató de explicarse. Sólo sé que debemos custodiar la paz que tanto nos costó conquistar, dijo cuándo una ráfaga de metralla nos obligó a escondernos en una acequia que acaso fuera barricada.

Esperamos allí hasta que el francotirador se dio por vencido, o se quedó sin municiones, y entonces Pancho nos dijo que por qué no íbamos por unas cervezas, se puso de pie y nos guio hasta un almacén que tenía las cuatro paredes a medio derruir, alzó una botella que un gentil enemigo abrió de un disparo y brindó por la victoria.

Y cuando Pancho vio que pasaba un camión cargado de soldados con el uniforme destrozado, salió corriendo, se encaramó y nos abandonó a nuestra suerte. Samuel terminó de tomar la cerveza y me dijo que era mejor que siguiéramos nuestro camino.