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La Chiquitanía boliviana, por el camino de las misiones

Lunes, 31 de octubre de 2022 01:01

Por MARTÍN ALVAREZ PRADO

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Por MARTÍN ALVAREZ PRADO

En agosto del 2013, en busca de un clima más amable, nos adentramos en el oriente boliviano. Tierra baja y calurosa, muy diferente al mundo andino en paisajes y cultura. Rincones poco visitados, naturaleza virgen, pueblos pintorescos de gente hospitalaria y curiosa.

Iniciamos en Santa Cruz de la Sierra, cuatro horas en tren hasta San José de Chiquitos, el primer asentamiento jesuita de la región. El pueblo es pequeño, el clima tropical, propio del bosque seco chiquitano, transición entre el chaco y la selva. Desde allí parte el camino de las misiones (San Rafael, San Miguel, Santa Ana y San Ignacio) hacia el norte; al este, por la autopista bioceánica, se llega a Brasil.Nos quedamos unos días en una casa abandonada, a la cual nos invitaron unos jovencísimos viajeros, que cruzamos en la estación de trenes apenas llegamos.

Desde San José, a dedo, llegamos a Aguas Calientes. Allí corre un río de aguas termales y cristalinas de dos kilómetros, el más grande en su tipo de Sudamérica. Sus márgenes tupidos de vegetación autóctona y su suelo arenoso, invitan a sumergirse y disfrutarlo. Acampamos en Los Hervores, donde el agua es más cálida, en ciertas partes 40° C. La última noche en Los Puentes, donde la vegetación es más tupida y el río más fresco y cerrado.

Luego de largas y calurosas horas en la ruta llegamos a Corumbá, pueblo fronterizo del lado brasileño, en pleno pantanal. Solo una noche nos quedamos. Con visa renovada (tres meses más para recorrer el país), continuamos descubriendo el oriente de Bolivia… más horas haciendo dedo, viajando en camionetas y camiones, acampando, durmiendo en hostales, hasta llegar al hermosísimo Santiago de Chiquitos, último asentamiento jesuita en la Chiquitanía. Descubrimos increíbles atractivos naturales: bosques vírgenes, ríos, formaciones rocosas, cuevas, valles; fauna abundante, numerosas parabas rojas (guacamayos), tucanes, tucancillos. Paramos en casa de Don Pantaleón, un profesor a punto de jubilarse, quien toda su vida trabajó en el campo arriando ganado. Un personaje fantástico, irreal, creado por algún realista mágico. Allí cumplimos cinco meses desde que partimos de Córdoba, mi diario dice: "El tiempo es ilusorio. Tantas cosas estamos viviendo en estos meses que los hacen parecer aún más largos, los multiplican. Sin rutinas, los días son todos distintos, llenos de aprendizajes y personajes nuevos. Antes se repetían, transcurriendo sin que nos diéramos cuenta".

A la semana partimos a Roboré, en busca del Chorro de San Luis. Otro paraíso! Acampamos tres días en la playita de arena, frente a una caída de agua de 20 metros. Luego, nuevamente en San José, para desde allí rumbear al norte, por el camino de las misiones.

Hace cuatrocientos años, por estos caminos transitaban los jesuitas en carretas. Hoy todavía circulan numerosos de estos vehículos, solo que ahora transportando a los mucho menonitas que hay por estos lares.

Tres días quedamos varados haciendo dedo, bajo un sol fuerte y el viento cálido y seco que nos llenaba de tierra, sin que nadie nos levante, en un inhóspito caserío llamado, paradójicamente, La fortuna.

Al fin nos levantaron y dejaron en San Rafael. Dormimos una noche en la catedral, una de las tantas iglesias que componen el conjunto de la obra jesuita.

Le siguió Santa Ana, el más pequeño de los pueblos misionales y único que conserva la estructura urbana original planeada por los jesuitas. Su iglesia es la más austera del complejo jesuítico, al ser construida por los mismos indígenas, luego de la expulsión de la Compañía de Jesús.

Finalmente arribamos a San Ignacio de Chiquitos, de los pueblos más grandes de la región junto a San José. El día que llegamos, de tarde, mientras vendíamos nuestras postales en el parque central, frente a la imponente catedral, tres maestras se acercaron, interesándose en el proyecto. Nos invitaron a realizar una actividad para sus alumnos de primaria. Terminamos acampando tres días en un aula de su escuela, teniendo que desarmar la carpa cada mañana, antes que los alumnos entren a clases. Luego de la actividad con los chicos de la escuela "Eduardo Abaroa", partimos, nuevamente a dedo, hacia la capital del departamento Santa Cruz, donde comenzó esta hermosa vuelta de un par de meses.

Si querés saber más del proyecto de vida en viaje: www.galopamundos.com | Ig: @galopamundos.