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Las 10 plagas que acechan a la última escuela del Chaco

Miércoles, 26 de diciembre de 2012 16:50

Dice el Antiguo Testamento y la Torá, el documento más importante de la religión judía, que Dios infligió a los egipcios una serie de calamidades para que el faraón Aarón liberara al pueblo hebreo, esclavizado durante 400 años. Por eso, el creador acechó con diez plagas a Egipto y le dio a los judíos un líder: Moisés, el hombre que abrió el mar con sus manos y que guió un éxodo de 40 años por el desierto hacia la tierra prometida. 
La última escuela del Chaco salteño, a donde “solo llegan las promesas, pero no las soluciones” se prendió fuego, se inundó, una rajadura hace temer un derrumbe, hay una invasión de ratas, cuando llueve quedan aislados y el diluvio se burla de los techos, el director tiene que dormir en el aula del preescolar; no hay luz porque alguien se llevó los paneles solares; no hay combustible para la bomba de agua; no hay baños y está rodeada del estrago más doloroso, que es la pobreza estructural.
Estas son las 10 plagas que tienen en una emboscada a la Escuela 4199 de la misión wichi de Las Vertientes, en Santa Victoria Este, departamento Rivadavia.
La comunidad pescadora está recostada sobre el río Pilcomayo, frente a la costa del Paraguay y casi sobre el límite con Formosa, esa línea divisoria que en 1911 adivinó el ingeniero Mariano Barilari. Por la tarde vuelven los grupos de pescadores bañados por la luz naranja de las últimas horas llevando sus redes tijera, sus yiscas cargadas de sábalos y doraditos y sus capitanes de pesca, los sabios del río. Muchos de esos padres, de algunas de las más de 80 familias de Las Vertientes, están pensando en no enviar a sus hijos al colegio el año que viene. Es que temen que un día se derrumbe la escuela con sus chicos adentro. De las 293 personas de la misión, 75 son niños menores de seis años y más de 50 todavía esperan su primer DNI. Todos los días, toman en sus pupitres o en el suelo el desayuno y el almuerzo 136 alumnos, tres profesores y un auxiliar bilingüe.
“Los maestros no tenemos donde vivir. Solo llegan las promesas, pero no las soluciones. Estoy hace 9 años y nunca vino nadie, ni a pintar siquiera”, dijo Jorge Bassilognhi, oriundo del municipio vecino, pero distante, de Morillo. Todavía tiene la quemadura que se hizo al caer de la moto, cuando volvía a la escuela. “No se puede trabajar así. Es muy triste. Se está cayendo en pedazos. Estamos muy complicados. Sería bueno que vean como estamos, porque hay padres de la comunidad que están pensando en no mandar a los chicos a la escuela en 2013”, opinó el auxiliar bilingüe Saturnino Frías, de 41 años.
La comunidad está sin enfermero desde que reubicaron al que tenían en Santa Victoria Este, a más de 50 kilómetros. Aborígenes secuestraran la camioneta de un empleado municipal a mediados de septiembre, en reclamo por un nuevo puesto de salud, ya que el viejo no tenía rastros de dignidad, como publicó El Tribuno.

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Dice el Antiguo Testamento y la Torá, el documento más importante de la religión judía, que Dios infligió a los egipcios una serie de calamidades para que el faraón Aarón liberara al pueblo hebreo, esclavizado durante 400 años. Por eso, el creador acechó con diez plagas a Egipto y le dio a los judíos un líder: Moisés, el hombre que abrió el mar con sus manos y que guió un éxodo de 40 años por el desierto hacia la tierra prometida. 
La última escuela del Chaco salteño, a donde “solo llegan las promesas, pero no las soluciones” se prendió fuego, se inundó, una rajadura hace temer un derrumbe, hay una invasión de ratas, cuando llueve quedan aislados y el diluvio se burla de los techos, el director tiene que dormir en el aula del preescolar; no hay luz porque alguien se llevó los paneles solares; no hay combustible para la bomba de agua; no hay baños y está rodeada del estrago más doloroso, que es la pobreza estructural.
Estas son las 10 plagas que tienen en una emboscada a la Escuela 4199 de la misión wichi de Las Vertientes, en Santa Victoria Este, departamento Rivadavia.
La comunidad pescadora está recostada sobre el río Pilcomayo, frente a la costa del Paraguay y casi sobre el límite con Formosa, esa línea divisoria que en 1911 adivinó el ingeniero Mariano Barilari. Por la tarde vuelven los grupos de pescadores bañados por la luz naranja de las últimas horas llevando sus redes tijera, sus yiscas cargadas de sábalos y doraditos y sus capitanes de pesca, los sabios del río. Muchos de esos padres, de algunas de las más de 80 familias de Las Vertientes, están pensando en no enviar a sus hijos al colegio el año que viene. Es que temen que un día se derrumbe la escuela con sus chicos adentro. De las 293 personas de la misión, 75 son niños menores de seis años y más de 50 todavía esperan su primer DNI. Todos los días, toman en sus pupitres o en el suelo el desayuno y el almuerzo 136 alumnos, tres profesores y un auxiliar bilingüe.
“Los maestros no tenemos donde vivir. Solo llegan las promesas, pero no las soluciones. Estoy hace 9 años y nunca vino nadie, ni a pintar siquiera”, dijo Jorge Bassilognhi, oriundo del municipio vecino, pero distante, de Morillo. Todavía tiene la quemadura que se hizo al caer de la moto, cuando volvía a la escuela. “No se puede trabajar así. Es muy triste. Se está cayendo en pedazos. Estamos muy complicados. Sería bueno que vean como estamos, porque hay padres de la comunidad que están pensando en no mandar a los chicos a la escuela en 2013”, opinó el auxiliar bilingüe Saturnino Frías, de 41 años.
La comunidad está sin enfermero desde que reubicaron al que tenían en Santa Victoria Este, a más de 50 kilómetros. Aborígenes secuestraran la camioneta de un empleado municipal a mediados de septiembre, en reclamo por un nuevo puesto de salud, ya que el viejo no tenía rastros de dignidad, como publicó El Tribuno.

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