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Hay un tercer detenido por el crimen de la niña de J.V. González

Martes, 21 de mayo de 2013 10:37

Miles de personas acompañaron ayer durante toda la jornada a los padres y familiares de la niña Claudia Judith Palma (9), la pequeña vendedora de bollos caseros hallada sin vida en un baldío céntrico de la ciudad de Joaquín V. González. Allí fue ultrajada y luego asesinada por al menos dos personas, según fuentes ligadas a la investigación.

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Miles de personas acompañaron ayer durante toda la jornada a los padres y familiares de la niña Claudia Judith Palma (9), la pequeña vendedora de bollos caseros hallada sin vida en un baldío céntrico de la ciudad de Joaquín V. González. Allí fue ultrajada y luego asesinada por al menos dos personas, según fuentes ligadas a la investigación.

La noticia del hallazgo del cuerpo sin vida de la pequeña, la tarde del domingo, movilizó a toda la ciudad. Cientos de manifestantes descargaron su ira contra la comisaría local y contra los móviles policiales, que fueron prácticamente destruidos.

La calma llegó con el anuncio de la detención de dos sospechosos. Pero la tensión indignación creció cuando se conocieron los resultados de la autopsia. La niña había sido sometida por ambas vías y al parecer habría sido abusada por más de una persona. La causa del deceso, se explicó, fue un taponamiento de la tráquea por las heridas cortantes que le provocaron sus victimarios.

En la mañana de ayer, cientos de manifestantes pidieron justicia y el esclarecimiento del crimen. Otros miles visitaron el velatorio de barrio Juan Pablo II. Y muchas más acompañaron el cortejo fúnebre.

Tensión con los funcionarios

La policía impuso un impenetrable secreto a la investigación, por lo que muchos vecinos reclamaban la renuncia del jefe de la Unidad Regional Nº5. La ministra de Derechos Humanos María Pace y el juez de Instrucción Formal Mario Dilascio también visitaron J. V. González.

Anoche cientos de personas volvieron a reunirse frente a la comisaría, mientras corrían rumores de la inminente quema del domicilio de uno de los acusados. La indignación otra vez fue aplacada con un nuevo anuncio: un tercer detenido, cuya identidad y domicilio también fue guardado bajo siete llaves.

Los detalles del más espeluznante crimen de la historia de Joaquín V. González no fueron dados a conocer; la identidad de los sospechosos es un secreto; los móviles de tamaña agresión no fueron ni presentados aún y, tal parece, la calma social está lejos de alcanzarse. Muchos medios de todo el país recalaron en la ciudad, que en los noticieros locales mostraba sin ambages las diferencias entre las imágenes y las palabras oficiales.

Claudia Judith fue sepultada a oscuras, en una pobre tumba acondicionada a última hora. Pero su luz se llama justicia, y fue su luz la que encendió a Joaquín V. González.
 

Dolor y el reclamo de justicia

La muerte de Judith despertó la conciencia de la sociedad gonzaleña, que, envuelta en pesar e indignación, protagonizó conatos de violencia contra la policía local y, en otros casos, contra la justicia misma.

No menos de cinco mil personas acompañaron los restos de Claudia Judith durante su velatorio en el humilde asentamiento Juan Pablo II; luego siguieron por las calles de J. V. González hacia la iglesia y también, ya cerca del anochecer, cuando sus restos fueron inhumados en el cementerio local.

En la inmensa muchedumbre se confundieron todos, patrones, peones, obreros, estudiantes, políticos y familiares.
En las calles estuvo el pueblo entero repudiando en silencio la tragedia, exigiendo justicia y pidiendo seguridad para los habitantes de esa localidad.

Miles de personas atestaron la plaza principal y la iglesia; “hubo más fieles que en la fiesta patronal”, dijo un vecino.
Tamaña demostración de afecto contrastó con las humildes coronas de flores plásticas, acercadas por algunos comerciantes y clientes del pan casero que la niña sabía distribuir.

Tensión

Hubo mucha tensión y, por momentos, la gente no se contenía. Durante el día se reiteraron las pedreas contra la comisaría local y un intento de corte de ruta.

Para garantizar la seguridad, cientos de policías fueron desplegados alrededor de los indignados vecinos.
La noche llegó con frío y aplacó los ánimos, pero quedó claro el mensaje: después de la muerte de Judith, la ciudad dijo basta.
 

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