¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

12°
6 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Los dos motores de Salta

Lunes, 12 de mayo de 2014 01:59

Los salteños del siglo XXI tenemos por delante un gran desafío: Construir una sociedad infinitamente más justa y más democrática que la conocida a lo largo de toda nuestra azarosa historia.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Los salteños del siglo XXI tenemos por delante un gran desafío: Construir una sociedad infinitamente más justa y más democrática que la conocida a lo largo de toda nuestra azarosa historia.

Pero, nada garantiza que tan ambiciosa meta haya de alcanzarse fácilmente, o dejando que los acontecimientos fluyan por los mismos caminos transitados hasta aquí.

Sin nuevas ideas y sin una firme voluntad colectiva de ponerlas en marcha, lo más probable es que permanezcamos en esta lenta decadencia caracterizada tanto por el sometimiento al unitarismo impuesto desde Buenos Aires, como por la irremediable brecha que separa a los salteños en función del efectivo acceso a bienes y derechos.

Una decadencia que siembra exclusión, privilegios y violencias, y que se profundiza ante la mirada impávida de un régimen político guiado por la mezquina voluntad de sus líderes de perpetuarse en el poder.

La construcción de aquella nueva sociedad justa y democrática comienza, quizá, por el reconocimiento de que la vida de Salta y de los salteños dependen del funcionamiento de dos motores: Producción e Instituciones. El primer motor es accionado por nuestra capacidad de producir alimentos y combustibles. El segundo, está compuesto por los poderes del Estado y por las organizaciones libres que canalizan inquietudes y conflictos.

¿Cuál es el estado actual de estos dos motores? Mientras la Producción funciona a media máquina, lastrada por el centralismo, la insuficiencia de infraestructuras y las reglas inadecuadas, las Instituciones perpetúan la concentración del poder y la corrupción, dos caras de la misma moneda.

Los alarmantes indicadores de pobreza y exclusión, así como el “urbanismo clasista”, la inseguridad y la precariedad de los servicios a cargo del Estado (como lo pone dramáticamente de manifiesto la situación de la salud y la educación públicas), amenazan nuestra convivencia y son el resultado de un círculo vicioso que ralentiza la Producción y recrea Instituciones contrarias a los principios republicanos.

La riqueza potencial de Salta

Como ha puesto de manifiesto el doctor Céltico Rodríguez en una reciente y brillante conferencia, nuestra Provincia está en inmejorables condiciones de aprovechar las oportunidades que el mundo brinda a las regiones productoras de alimentos. Otros expertos locales vienen señalando, además, el potencial de Salta en materia de combustibles fósiles y agrícolas, sin olvidar el que proviene de otras fuentes energéticas no convencionales.

El desafío de hacer de Salta una sociedad infinitamente más justa reclama responder a tres preguntas centrales ¿Cómo ponemos a plena marcha el motor Producción? ¿Cómo lo hacemos preservando los equilibrios ambientales y generacionales básicos? ¿Cómo logramos que la nueva riqueza -a diferencia de lo ocurrido hasta aquí- nos conduzca hacia metas de cohesión social e integración territorial?

No es fácil responder a estas preguntas. En cualquier caso, su mera formulación representa un avance hacia los imprescindibles debates y consensos que los salteños tenemos que construir dejando de lado conductas excluyentes y consignas para dividirnos en amigos y enemigos.

El actual “modelo productivo”, más allá de los componentes que frenan nuestro desarrollo integral, conduce a la concentración de la riqueza en manos de propietarios muchas veces ausentes. Y nos condena a recibir exiguos beneficios colectivos redistribuidores de aquella riqueza. Las prácticas y las reglas actuales son las responsables de la escasa creación de empleo asociado a nuestra producción, así como de las exacciones que sufre Salta en virtud de los regímenes de regalías hidro-carburíferas y de retenciones a la producción agropecuaria. El desafío de hacer de Salta una sociedad infinitamente más justa implica, además, abandonar el esquema según el cual el Valle de Lerma es el árbitro supremo y el principal beneficiario de la riqueza que radica, precisa y principalmente, en el resto de nuestro territorio.

Pongamos en sintonía nuestras Instituciones

Las reglas que gobiernan la política, la producción, el empleo y las relaciones sociales están lejos de conducirnos a la nueva Salta que desea la mayoría de los salteños. El régimen electoral “fabrica” híper-mayorías e infra-minorías legislativas que poco tienen que ver con la voluntad ciudadana. Las reelecciones paralizan el debate de ideas y favorecen experimentos monárquicos. La Justicia es abrumadoramente ineficaz y carece de la independencia que manda la Constitución. Los órganos de control están al servicio del poder hegemónico. Los fondos públicos se usan para disciplinar rebeldías, colonizar organizaciones no gubernamentales, “conducir” a la opinión pública o coaccionar a la prensa libre.

Pero quizá el peor obstáculo a vencer es, una vez más, el centralismo pampeano, al que el régimen local rinde anacrónico culto. De ese poder central, concentrado y sordo, emanan muchas de las reglas que paralizan nuestra Producción y fosilizan nuestras Instituciones. Si las ideas federales no logran derrotar a los intereses unitarios, Salta languidecerá anclada en la pobreza que excluye, humilla y genera las condiciones para todas las violencias y aniquila nuestros sueños democráticos.

Temas de la nota

PUBLICIDAD