Su niñez transcurrió como la de muchos chicos que viven en los Valles Calchaquíes. Su idilio con el Nevado de Cachi recién nació en 1987, cuando conoció en Las Cuevas a Tomás Apaza, que era guía de montaña. "Era un tío para mi. Fue entonces cuando su hijo Juan me insistió para que vayamos al nevado. Salimos como a las 6 de la mañana y llegamos cerca de la cumbre a eso de las 4 de la tarde. No conocíamos la cima; ni él ni yo", recuerda.
Al año siguiente le surgió un viaje, "porteando" el equipo de un grupo de andinistas, y desde entonces no paró. "A partir de ahí comenzó mi relación con el Nevado de Cachi. En esa relación yo le traigo gente para que lo conozcan y el cerro me da de comer", explica.
Desde entonces, "Patacón" ha conquistado quince veces la segunda montaña más alta de la provincia de Salta. "Para mí la montaña es sagrada. Le tengo mucho respeto. Gracias a ella pude conocer personas de distintos lugares del mundo. No hablo otros idiomas, pero aprendo muchas cosas de los demás que me sirven como experiencia", cuenta con emoción.
El Nevado de Cachi fue conquistado por primera vez, de manera deportiva, en 1950. En febrero de ese año alcanzaron la cumbre Libertador General San Martín el sacerdote franciscano Fray Oliviero Pellicelli, el médico noruego Arne Hoygaard y el teniente primero Pedro Miguel di Pasquo.
"Lo primero que le aconsejo a los montañistas es la aclimatación", comenta "Patacón", que posee el récord de haber llegado a la cima del nevado y volver en apenas 36 horas. "Otro factor a tener en cuenta es el de no desesperarse en el cerro. Hay que estar tranquilo", detalla Tolaba, que también conquistó las cumbres de los volcanes Llullaillaco (6.739 msnm) y Quewar (6.130 msnm).
"A mis clientes siempre les reitero que no se tienen que desesperar por hacer una cumbre. Si no se puede en una vuelta, se hace en otra oportunidad. El cerro siempre va a estar ahí", reveló. "Todos los días agradezco a Dios y a mi familia por tener la posibilidad de dedicarme a esta actividad. Ellos aguantan todo esto que hago. Deben ser pocas las esposas y los hijos que le permiten a alguien ir a la montaña como a mí. A veces los dejo en casa por casi 10 días y estoy allá en medio de tormentas de nieve y de viento", remata Tolaba emocionado.
inicia sesión o regístrate.
Su niñez transcurrió como la de muchos chicos que viven en los Valles Calchaquíes. Su idilio con el Nevado de Cachi recién nació en 1987, cuando conoció en Las Cuevas a Tomás Apaza, que era guía de montaña. "Era un tío para mi. Fue entonces cuando su hijo Juan me insistió para que vayamos al nevado. Salimos como a las 6 de la mañana y llegamos cerca de la cumbre a eso de las 4 de la tarde. No conocíamos la cima; ni él ni yo", recuerda.
Al año siguiente le surgió un viaje, "porteando" el equipo de un grupo de andinistas, y desde entonces no paró. "A partir de ahí comenzó mi relación con el Nevado de Cachi. En esa relación yo le traigo gente para que lo conozcan y el cerro me da de comer", explica.
Desde entonces, "Patacón" ha conquistado quince veces la segunda montaña más alta de la provincia de Salta. "Para mí la montaña es sagrada. Le tengo mucho respeto. Gracias a ella pude conocer personas de distintos lugares del mundo. No hablo otros idiomas, pero aprendo muchas cosas de los demás que me sirven como experiencia", cuenta con emoción.
El Nevado de Cachi fue conquistado por primera vez, de manera deportiva, en 1950. En febrero de ese año alcanzaron la cumbre Libertador General San Martín el sacerdote franciscano Fray Oliviero Pellicelli, el médico noruego Arne Hoygaard y el teniente primero Pedro Miguel di Pasquo.
"Lo primero que le aconsejo a los montañistas es la aclimatación", comenta "Patacón", que posee el récord de haber llegado a la cima del nevado y volver en apenas 36 horas. "Otro factor a tener en cuenta es el de no desesperarse en el cerro. Hay que estar tranquilo", detalla Tolaba, que también conquistó las cumbres de los volcanes Llullaillaco (6.739 msnm) y Quewar (6.130 msnm).
"A mis clientes siempre les reitero que no se tienen que desesperar por hacer una cumbre. Si no se puede en una vuelta, se hace en otra oportunidad. El cerro siempre va a estar ahí", reveló. "Todos los días agradezco a Dios y a mi familia por tener la posibilidad de dedicarme a esta actividad. Ellos aguantan todo esto que hago. Deben ser pocas las esposas y los hijos que le permiten a alguien ir a la montaña como a mí. A veces los dejo en casa por casi 10 días y estoy allá en medio de tormentas de nieve y de viento", remata Tolaba emocionado.