En la mañana del domingo, alrededor de las 6, chicos y chicas que fueron a bailar a un boliche de Rosario de Lerma retornaban a sus hogares en un ómnibus de Saeta. Pero a las pocas cuadras de abordar el vehículo comenzaron las rencillas, que terminaron con un intercambio de puñetazos.
El chofer, ni lerdo ni perezoso, cerró las puertas y se dirigió a la comisaría local, donde cuatro de los revoltosos fueron demorados. El resto siguió viaje rumbo a la ciudad de Salta.
"Los chicos subieron en la zona de la estación de trenes de Rosario de Lerma, pero apenas estuvieron arriba comenzó la discusión entre dos grupitos de varones y mujeres que terminó en una violenta pelea", contó Nélida Angélica, una de las pasajeras de un viaje al que calificó de "terror".
La mujer, quien se dirigía a trabajar en una empresa de la zona de Limache, relató: "La pelea duró tres o cuatro cuadras, porque el chofer fue directo a la comisaría. Los efectivos bajaron a cuatro chicos, los demás se hicieron los dormidos. Solo una chica gritaba "llevenós a todos, no dejen a nadie en el colectivo".
La cosa no terminó ahí. Si bien ya no hubo peleas, los jóvenes gritaron todo el camino hasta que bajaron, algunos en Cerrillos y otros siguieron rumbo a la ciudad.
Lo cierto es que por cuestiones de agenda carnestolenda, el desentierro del Pujllay o diablo marca el inicio del carnaval. Tiene un significado muy especial e implica que mandinga es liberado y con él la alegría y los bailes desenfrenados, genera encuentros entre amigos y sobre todo mucha ingesta de bebidas alcohólicas. Él con su cola puntiaguda incita a continuar la parranda. Los festejos desmesurados generan no solo incomodidad a muchos vecinos y daños materiales, sino también un alto riesgo de accidentes de tránsito y numerosas peleas callejeras. Los fines de semana, especialmente en las primeras horas de la mañana, los ómnibus de Saeta se llevan la peor parte. Tanto los choferes como los pasajeros sufren los excesos de la gente que pasó la noche en las carpas.
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En la mañana del domingo, alrededor de las 6, chicos y chicas que fueron a bailar a un boliche de Rosario de Lerma retornaban a sus hogares en un ómnibus de Saeta. Pero a las pocas cuadras de abordar el vehículo comenzaron las rencillas, que terminaron con un intercambio de puñetazos.
El chofer, ni lerdo ni perezoso, cerró las puertas y se dirigió a la comisaría local, donde cuatro de los revoltosos fueron demorados. El resto siguió viaje rumbo a la ciudad de Salta.
"Los chicos subieron en la zona de la estación de trenes de Rosario de Lerma, pero apenas estuvieron arriba comenzó la discusión entre dos grupitos de varones y mujeres que terminó en una violenta pelea", contó Nélida Angélica, una de las pasajeras de un viaje al que calificó de "terror".
La mujer, quien se dirigía a trabajar en una empresa de la zona de Limache, relató: "La pelea duró tres o cuatro cuadras, porque el chofer fue directo a la comisaría. Los efectivos bajaron a cuatro chicos, los demás se hicieron los dormidos. Solo una chica gritaba "llevenós a todos, no dejen a nadie en el colectivo".
La cosa no terminó ahí. Si bien ya no hubo peleas, los jóvenes gritaron todo el camino hasta que bajaron, algunos en Cerrillos y otros siguieron rumbo a la ciudad.
Lo cierto es que por cuestiones de agenda carnestolenda, el desentierro del Pujllay o diablo marca el inicio del carnaval. Tiene un significado muy especial e implica que mandinga es liberado y con él la alegría y los bailes desenfrenados, genera encuentros entre amigos y sobre todo mucha ingesta de bebidas alcohólicas. Él con su cola puntiaguda incita a continuar la parranda. Los festejos desmesurados generan no solo incomodidad a muchos vecinos y daños materiales, sino también un alto riesgo de accidentes de tránsito y numerosas peleas callejeras. Los fines de semana, especialmente en las primeras horas de la mañana, los ómnibus de Saeta se llevan la peor parte. Tanto los choferes como los pasajeros sufren los excesos de la gente que pasó la noche en las carpas.