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Daniel García: “Combatíamos el concepto prehistórico de que la fotografía es objetiva y refleja la verdad”

Viernes, 24 de marzo de 2017 23:59

Por Franco Hessling 

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Por Franco Hessling 

Se inició en la fotografía al calor de un país enfierecido por la participación política. En los años de terrorismo de Estado, segundo lustro de los setenta y principios de los ochenta, García formó parte de una nueva corriente de fotoperiodistas que hizo bandera de sus trabajos comprometidos con causas sociales. Con esa impronta formaron el Grupo de Reporteros Gráficos que luego conduciría a Argra, la asociación nacional de fotorreporteros. 

La relación que construyeron los fotoperiodistas de tu camada con las Madres y Abuelas fue fortísima. Entre otras cosas, ellas acuñaban sus fotografías y las llevaban a cuanto lugar iban en un contexto en el que ustedes no podían publicar en sus sitios formales de trabajo y, por otra parte, ustedes tenían más o menos la misma edad que los hijos que ellas buscaban. ¿Qué recordás de aquellos tiempos? ¿Cómo gestaste un vínculo con ellas?
 
Durante la dictadura se incrementó el riesgo que nuestra profesión tiene en si misma; pero la realidad es que el riesgo era para toda la población. Por supuesto que aquellos más comprometidos, los que fueron secuestrados y algunos que tuvieron mala suerte, la pasaron peor. Nosotros simplemente nos pusimos del lado del más débil, del lado de las víctimas. La muestra de sufrimiento de los familiares de los desaparecidos en las calles era conmovedora, aunque su coraje lo fue aún más.

Estuve en muchísimas marchas, además, a Nora Cortiñas (Madres), Clara Jurado (Abuelas) y Lilia Orfanó (Familiares) las conocí en la agencia, pues venían luego de la ronda de los jueves a mirar fotografías y se llevaban algunas que podían servirles. Luego con Lilia hice la historia gráfica que cuenta un poco su lucha, la visité en su casa y ahí conocí a Lucas, su marido, un gran tipo y un protagonista ineludible de la fundación y funcionamiento de Familiares. Solo un insensible podía permanecer indiferente ante ese dolor.
Con Lilia establecí una relación más personal, aunque no la veía muy seguido, lamentablemente murió este año y es una perdida grande pero su ejemplo es más grande aún.
 
Entre la inmensidad de tu obra se encuentra una imagen reconocida del 30 de marzo de 1982, en la marcha convocada por la CGT, en la que se observa cómo varios efectivos llevan a la rastra a un joven que arquea el cuerpo, contorsionándose en muestra de resistencia. ¿Recordás cómo fue el trasfondo para tomar esa fotografía?
 
La marcha de la CGT del 30 de marzo del 82 ha entrado en la historia por su masividad y por la represión feroz que desató la dictadura. Creo que es una jornada a la que la historia no ha honrado en su real medida. Fue una gesta popular y quedó opacada por lo que vino de inmediato. No dejaron que los trabajadores llegaran a la plaza, para dos días después convocar a la gente por Malvinas al mismo lugar al que no los dejaron llegar ese 30 de marzo.
Había muchos grupos que se dirigían a la plaza por distintas calles, la policía los dispersaba, pero se reunían nuevamente en otra esquina, volvían a marchar hacia la plaza y eran violentamente reprimidos. Los que no eran detenidos escapaban para reagruparse y volver. Duró horas ese ida y vuelta. Luego de la foto que mencionas volví a la agencia para dejar los rollos (eran épocas de película, en ambos sentidos de la palabra) y regresé a la calle.
Cometí un error casi infantil, me quedé solo, la adrenalina te hace caminar muy rápido a veces.
Tuve suerte, me topé con un grupo que era la dirigencia de la CGT encabezados por Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini: estaba solo, el único fotoperiodista en el lugar, mientras hacía fotos desde atrás de un cordón de la guardia de Infantería alguien me agarró del cuello y me revoleó hasta que caí al piso, me metió en un “celular” de la Federal y me obligó a entregar los rollos que veló y quedé detenido. El tipo era el chofer del camión y luego me vino a hablar, me contó que su padre estaba entre los manifestantes, yo le preguntaba por su “entusiasmo represivo” y le daba vergüenza lo que había hecho, pero no había arreglo. 
La foto del detenido y otras más que quedaron opacadas por la que estamos tratando se salvaron porque tuve la precaución de volver a la agencia a dejar ese material. Tengo otra foto de detenidos dentro de un celular y la policía trata de cerrar las puertas, pero no pueden, pues estaba atiborrado de personas. Uno logró escapar, lo dejaron en realidad, para poder cerrar las puertas y llevarse a los muchos que había adentro.
 
En 1981, el Grupo de Reporteros Gráficos realiza la primera muestra, todavía en medio de la última dictadura. ¿Cómo fue organizarlo? 
 Aldo Amura y otros compañeros habían hecho la propuesta de hacer una muestra y a la primera reunión asistimos 25. Entramos y salimos en grupos pequeños, el Estado de Sitio no permitía grupos mayores a tres personas en las calles, éramos jóvenes y por lo tanto peligrosos, según los criterios del poder en boga. La muestra era también un homenaje a Alberto Rodríguez, Nemesio Luján Sánchez y Víctor Hernández, reporteros gráficos del diario Crónica que murieron en un accidente de aviación el 14 de septiembre de 1980.
Lo esencial para la identidad de la misma fue que, por mayoría en la votación, nuestra propuesta de hacer una exposición de fotoperiodismo triunfó sobre la conservadora y pseudoartística de exhibir fotografías lindas.
Formamos un comité de organización cuyo emblema fue una lechuza realizada por el ilustrador Horacio Cardo, y le pusimos el nombre de Grupo de Reporteros Gráficos, ya que la directiva de la asociación que nos nuclea (Argra) no quiso tomar el riesgo de auspiciar la muestra.
La exposición no fue editada, cada fotógrafo envió las obras que deseaba y el comité garantizaba colgar al menos una de cada autor. Fueron pegadas en cartón y no tenían vidrio ni tampoco marco.
Fue, inesperadamente, un éxito de público, ya que alrededor de 5.000 personas visitaron la muestra en apenas dos semanas. Entre las visitas resaltaron las de agentes de inteligencia disfrazados y otros que se mostraban ostensiblemente policiacos marcando nombres en el folleto de autores. Nada importó, como dijo en la inauguración el 3 de octubre de 1981 el fotoperiodista Pichi Martínez, ese día nacimos.

Tu generación de fotoperiodistas fue defensora de una práctica estética y compositiva diferente, en la que se dejaba de buscar la “verdad” y la “objetividad” y se defendía el compromiso político del que posa la mirada.
 Nosotros habíamos adoptado la postura de combatir fuertemente el concepto prehistórico de que la fotografía es objetiva y refleja la verdad. No creíamos, y no creemos aún, que sea posible eso. No es ni siquiera una postura política, es una interpretación de lo que la fotografía es. Y estoy hablando solo de la imagen, si luego le ponemos al espectador, al lector, ahí se complica más la cosa, ya que no solo es la lente, ángulo, iluminación, etc. de parte del fotógrafo, sino que está quien observa con todo su bagaje cultural a cuestas. Con la fotografía por la que me preguntabas recién, seguramente habrá habido al menos dos clases de personas: las que se indignaron con la acción policial y los que se alegraron que un alborotador fuera preso o vaya a saber qué en esa época.
 ¿Cómo se trabaja hoy contra los fotógrafos y reporteros que abogan por un periodismo “objetivo” y en busca de la “verdad”? 
Creo que afirmar que el periodismo es objetivo o que busca la verdad es una “engañapichanga”. Hoy creo que los medios ejercen el Cuarto Poder condicionando a los otros tres poderes, no buscando relatos objetivos ni la verdad, sino un provecho propio. El periodismo de información o el de opinión, que por suerte también existen, está basado en una postura relacionada con la ética y el compromiso con la sociedad en la que vivimos, y esto se desarrollara subjetivamente de acuerdo a nuestras convicciones personales y a las libertades que brinda el medio en el que se trabaja.
 
¿Cómo ves hoy la cuestión de los derechos humanos y el trabajo de los fotoperiodistas? Estoy pensando en trabajos como el de Pablo Piovano, “El costo humano de los agrotóxicos”.
 Creo que el trabajo de Pablo es extraordinario y es una buena muestra del recambio generacional. Cuando la GRG-81 está activa, pero de salida, una nueva generación de fotógrafos supertalentosos y además comprometidos está construyendo, haciendo esfuerzos por mantener la independencia de criterio y no estafar al observador. No sé finalmente qué pasó, al estar viviendo en el exterior no tengo tanto contacto. Lo último que supe del trabajo de Pablo Piovano, -uno de los mejores de la historia del fotoperiodismo argentino- es que no ha sido publicado por la prensa, aunque sí ha tenido gran éxito en exhibiciones en todas las latitudes. ¿No es curioso?
El trabajo de mis colegas lo veo complicado en el escenario político que se vive en el país. Cuando se hace ostentación de la fuerza pública muchas veces se encubren negocios privados. 

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