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“Me interesa la intemperie a la que está expuesta la humanidad"

Entrevista a Lucrecia Martel, cineasta.
Jueves, 04 de mayo de 2017 23:41

Lucrecia Martel inauguró el miércoles pasado el ciclo “Diálogo de escritores argentinos”, que en un gesto de apertura y pluralidad cruza las letras con disciplinas como el cine y la música, y se enfoca también en la poesía y el teatro. Organizada por Leonor Fleming y Carlos Aldazábal, la propuesta se inauguró entonces con la hacedora de “La ciénaga”, que fue entrevistada por Hernán Schillagi y Mercedes Araujo, con la sala Victoria Ocampo repleta en el Pabellón Blanco de La Rural, donde hasta el 15 de este mes se está desarrollando la 43ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La trasposición de la novela “Zama” de Antonio Di Benedetto a la pantalla fue uno de los ejes de la conversación, reflexiva y distendida, que se prolongó hasta algo más de las 22. Antes de iniciar formalmente el diálogo con la realizadora, Oche Califa, director de la Feria, recordó al recientemente fallecido Abelardo Castillo. 

Por su parte, Leonor Flemming subrayó sobre la talentosa cineasta: “Lucrecia vive con curiosidad. La interesan el mundo y sus temas, lo que acontece en su época. Es una gran artista, una mujer joven que tiene una brillante filmografía con largos notables muchísimos premios. Veo que a ella le gustan, por un lado, los conflictos de los márgenes. Por otro, personajes que son de alguna manera perdedores, desde el punto de vista de lo establecido. Pero son ganadores desde el punto de vista interior, de la persona, del valor”.

Ya con la conversación iniciada, Martel explicó que “Zama” llegó desde una búsqueda personal: “Una reconciliación con el fracaso, y yo venía del fracaso (tras el proyecto fallido para filmar “El Eternauta”). La gramática que se traduce en la película está en ese impulso que nos dio [la novela] a crear algo”. Además, se refirió a una cuestión alarmante de la industria y subrayó que “hay una enorme amenaza sobre el cine hablado en castellano”.

Con reflexiones sobre el arte de los planos y angulaciones para pensarnos en el tiempo, Martel conquistó a un auditorio homogéneo, con jóvenes que le pidieron selfies y algunos experimentados que optaron por la foto tradicional para inmortalizar el momento.
Antes de eso, recibió en exclusiva a El Tribuno.

En el Bafici hablaste de la cuestión de la verdad y la verosimilitud. Preguntaste a tus actrices cómo les servía ese concepto. ¿Cómo funciona en vos el criterio de verdad?
Les preguntaba si esa palabra les servía porque a mí no me sirve ni en la vida. La verdad no me sirve para nada más que para cometer errores. La idea para mí es construir algo que de alguna manera revele la construcción de la realidad. Hay una sensación de que la película se parece a la vida, pero cómo está construida la película es como para generar sospechas sobre la realidad no para afirmarla. 
 
¿Te referís al artificio cinematográfico? 
 Al artificio y a qué hago triquiñuelas para que la realidad no parezca algo tan definitivo.
 
Uno de tus cortos más famosos lo filmaste en Guachipas. Con un cine tan cosmopolita que ha recorrido el mundo, ¿qué queda de salteñidad en vos?
Cuando cuento una historia difícilmente pueda pensar que el espacio narrativo esté en otro lugar que no sea el norte. Ahora estoy tratando de ver si se me ocurre algo para filmar en Buenos Aires. A mí me pasa naturalmente. No es ni un esfuerzo ni un compromiso, pero yo me siento muy convocada por la cultura del norte, ni para bien ni para mal. Tengo una especie de fascinación por eso. 
 
¿Encontrás un hilo conductor entre tu obra y la de otros directores salteños como Bárbara Sarasola Day o Emmanuel Moscoso? 
Me costaría decir que sí porque me resulta difícil decir cuál es mi estilo. Veo un montón de cosas que reconozco de la cultura, de una infancia en común. Quizá lo curioso es que haya directoras mujeres en una proporción tan pareja en Salta con respecto a los varones. Es notable que por algún motivo el cine sea un dispositivo accesible y útil para las mujeres. 
 
¿Creés que eso es una respuesta al machismo de raigambre local? 
 En todo caso muestra lo frágil que es el machismo salteño y lo difícil que es sostenerlo. Por el machismo también podría haber resultado lo contrario: que sea muy difícil para las mujeres acceder. Me parece que en el norte, sobre todo en Salta, Jujuy y quizá Tucumán, hay un aparente y muy extendido patriarcado. Y en el fondo, algo que quizá tiene más que ver con la cultura indígena, un fuerte matriarcado. En la vida social pareciera haber una cierta cosa en la que los hombres tienen preeminencia, pero en la vida puertas adentro claramente es muy dominante el papel de las mujeres. Esto no quita las otras evaluaciones que tenemos que hacer con respecto a la educación de los varones y qué pasa con los femicidios y la violencia contra las mujeres que en Salta es muy brutal; pero me parece que hay una superficie, que probablemente sea la superficie del poder de quienes gobiernan la provincia, donde es claramente más fuerte la preponderancia masculina. Pero me parece a mí que en el interior de la sociedad es diferente.
 
En tus películas abundan las protagonistas femeninas. En “Zama” te centrás en un hombre... 
Zama es un personaje muy femenino en un sentido. Me sorprendió mucho eso leyendo la novela: que es un hombre que está muy consciente de su deseo y con muchas dificultades para llevar a cabo ese deseo, que es algo que en cierta educación femenina pasa. Nunca pensé mucho en que los personajes fueran mujeres o varones, nunca sentí que estaba dando un salto demasiado grande teniendo un protagonista masculino. Los conflictos que me interesan son de otro orden, no son tanto de género. Lo que me interesa es la intemperie a la que está expuesta la humanidad, la fragilidad, el absurdo en la existencia.
 

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Lucrecia Martel inauguró el miércoles pasado el ciclo “Diálogo de escritores argentinos”, que en un gesto de apertura y pluralidad cruza las letras con disciplinas como el cine y la música, y se enfoca también en la poesía y el teatro. Organizada por Leonor Fleming y Carlos Aldazábal, la propuesta se inauguró entonces con la hacedora de “La ciénaga”, que fue entrevistada por Hernán Schillagi y Mercedes Araujo, con la sala Victoria Ocampo repleta en el Pabellón Blanco de La Rural, donde hasta el 15 de este mes se está desarrollando la 43ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La trasposición de la novela “Zama” de Antonio Di Benedetto a la pantalla fue uno de los ejes de la conversación, reflexiva y distendida, que se prolongó hasta algo más de las 22. Antes de iniciar formalmente el diálogo con la realizadora, Oche Califa, director de la Feria, recordó al recientemente fallecido Abelardo Castillo. 

Por su parte, Leonor Flemming subrayó sobre la talentosa cineasta: “Lucrecia vive con curiosidad. La interesan el mundo y sus temas, lo que acontece en su época. Es una gran artista, una mujer joven que tiene una brillante filmografía con largos notables muchísimos premios. Veo que a ella le gustan, por un lado, los conflictos de los márgenes. Por otro, personajes que son de alguna manera perdedores, desde el punto de vista de lo establecido. Pero son ganadores desde el punto de vista interior, de la persona, del valor”.

Ya con la conversación iniciada, Martel explicó que “Zama” llegó desde una búsqueda personal: “Una reconciliación con el fracaso, y yo venía del fracaso (tras el proyecto fallido para filmar “El Eternauta”). La gramática que se traduce en la película está en ese impulso que nos dio [la novela] a crear algo”. Además, se refirió a una cuestión alarmante de la industria y subrayó que “hay una enorme amenaza sobre el cine hablado en castellano”.

Con reflexiones sobre el arte de los planos y angulaciones para pensarnos en el tiempo, Martel conquistó a un auditorio homogéneo, con jóvenes que le pidieron selfies y algunos experimentados que optaron por la foto tradicional para inmortalizar el momento.
Antes de eso, recibió en exclusiva a El Tribuno.

En el Bafici hablaste de la cuestión de la verdad y la verosimilitud. Preguntaste a tus actrices cómo les servía ese concepto. ¿Cómo funciona en vos el criterio de verdad?
Les preguntaba si esa palabra les servía porque a mí no me sirve ni en la vida. La verdad no me sirve para nada más que para cometer errores. La idea para mí es construir algo que de alguna manera revele la construcción de la realidad. Hay una sensación de que la película se parece a la vida, pero cómo está construida la película es como para generar sospechas sobre la realidad no para afirmarla. 
 
¿Te referís al artificio cinematográfico? 
 Al artificio y a qué hago triquiñuelas para que la realidad no parezca algo tan definitivo.
 
Uno de tus cortos más famosos lo filmaste en Guachipas. Con un cine tan cosmopolita que ha recorrido el mundo, ¿qué queda de salteñidad en vos?
Cuando cuento una historia difícilmente pueda pensar que el espacio narrativo esté en otro lugar que no sea el norte. Ahora estoy tratando de ver si se me ocurre algo para filmar en Buenos Aires. A mí me pasa naturalmente. No es ni un esfuerzo ni un compromiso, pero yo me siento muy convocada por la cultura del norte, ni para bien ni para mal. Tengo una especie de fascinación por eso. 
 
¿Encontrás un hilo conductor entre tu obra y la de otros directores salteños como Bárbara Sarasola Day o Emmanuel Moscoso? 
Me costaría decir que sí porque me resulta difícil decir cuál es mi estilo. Veo un montón de cosas que reconozco de la cultura, de una infancia en común. Quizá lo curioso es que haya directoras mujeres en una proporción tan pareja en Salta con respecto a los varones. Es notable que por algún motivo el cine sea un dispositivo accesible y útil para las mujeres. 
 
¿Creés que eso es una respuesta al machismo de raigambre local? 
 En todo caso muestra lo frágil que es el machismo salteño y lo difícil que es sostenerlo. Por el machismo también podría haber resultado lo contrario: que sea muy difícil para las mujeres acceder. Me parece que en el norte, sobre todo en Salta, Jujuy y quizá Tucumán, hay un aparente y muy extendido patriarcado. Y en el fondo, algo que quizá tiene más que ver con la cultura indígena, un fuerte matriarcado. En la vida social pareciera haber una cierta cosa en la que los hombres tienen preeminencia, pero en la vida puertas adentro claramente es muy dominante el papel de las mujeres. Esto no quita las otras evaluaciones que tenemos que hacer con respecto a la educación de los varones y qué pasa con los femicidios y la violencia contra las mujeres que en Salta es muy brutal; pero me parece que hay una superficie, que probablemente sea la superficie del poder de quienes gobiernan la provincia, donde es claramente más fuerte la preponderancia masculina. Pero me parece a mí que en el interior de la sociedad es diferente.
 
En tus películas abundan las protagonistas femeninas. En “Zama” te centrás en un hombre... 
Zama es un personaje muy femenino en un sentido. Me sorprendió mucho eso leyendo la novela: que es un hombre que está muy consciente de su deseo y con muchas dificultades para llevar a cabo ese deseo, que es algo que en cierta educación femenina pasa. Nunca pensé mucho en que los personajes fueran mujeres o varones, nunca sentí que estaba dando un salto demasiado grande teniendo un protagonista masculino. Los conflictos que me interesan son de otro orden, no son tanto de género. Lo que me interesa es la intemperie a la que está expuesta la humanidad, la fragilidad, el absurdo en la existencia.
 

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