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Mucha historia, ¿y ningún futuro?

Sabado, 29 de julio de 2017 00:00

La pasión morbosa por la Historia. No cabe ninguna duda de que los argentinos tenemos una pasión morbosa por la Historia. En efecto, estamos todos los días asistiendo a la aparición de nuevos y más nuevos libros sobre nuestros próceres, que casi sin excepción pasan de serlo a transformarse en cipayos traidores según la última y más autorizada opinión de "historiadores", sin perjuicio de indagar también sobre aspectos "decisivos" de sus vidas y su desempeño, tales como su color de piel, o de uniforme.

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La pasión morbosa por la Historia. No cabe ninguna duda de que los argentinos tenemos una pasión morbosa por la Historia. En efecto, estamos todos los días asistiendo a la aparición de nuevos y más nuevos libros sobre nuestros próceres, que casi sin excepción pasan de serlo a transformarse en cipayos traidores según la última y más autorizada opinión de "historiadores", sin perjuicio de indagar también sobre aspectos "decisivos" de sus vidas y su desempeño, tales como su color de piel, o de uniforme.

Reivindicaciones y reparaciones

Si ninguna duda, hay esfuerzos importantes en el entusiasmo por la Historia que deben ser valorados, como el de los historiadores, principalmente salteños, que acometieron la justa tarea de reivindicación de nuestro héroe, el General Gemes, para sacarlo del oscuro lugar de caudillo local que le había otorgado la historia nacional y ubicarlo en el lugar que le corresponde como artífice decisivo en la contención de la avanzada realista desde el Alto Perú, su bastión inexpugnable, lo que le permitió a San Martín, con sus espaldas bien cubiertas, derrotar a los españoles por Chile y Perú.

Seguramente, también se haría justicia reivindicando el importante papel de otros argentinos ilustres, como Juan Bautista Alberdi y Justo José Urquiza, que aportaron una visión lúcida del federalismo, despojada del caudillismo tradicional, arrebatándole así al porteñismo el monopolio de los valores libertarios.

Los vórtices de la Historia

Sin embargo, lejos de los esfuerzos reivindicativos mencionados, hay una conducta patológica de algunos argentinos, detenidos en el tiempo como en los vórtices de las películas de ciencia ficción.

Están empeñados en reivindicar a los derrotados en la Organización Nacional -no militar sino ideológicamente- que, no importa si unitarios o federales o por acción u omisión, retardaron o pretendieron impedir la unión nacional y nuestra organización institucional. Cuando esta se logró, en definitiva, aunque imperfecta, nos permitió en escasos cincuenta años pasar de ser un país irrelevante a lo largo de 100 años, a figurar entre las primeras potencias del mundo en el Centenario.

Y no se diga que ese brillo escondía errores e imperfecciones, porque, en primer lugar, la grandeza y miseria de la Argentina de entonces estaban bien a la vista, al igual que la equivalente grandeza y miseria de los países que nos superaban entonces no demasiados- y en segundo lugar, es claro que los inmigrantes que vinieron y potenciaron nuestra población no regresaron a sus lugares de origen, como hubiera sido si nuestro brillo hubiera sido de fantasía y, por el contrario, se quedaron con nosotros y contribuyeron precisamente a elevarnos como nación.

En el otro extremo, y conformando un nuevo vórtice, están los que se detienen en la etapa más oscura de nuestra historia, que es la década de los setenta del siglo pasado, pretendiendo reivindicar el terrorismo de la guerrilla que asolaba las ciudades y el campo, apoyándose en la repudiada y condenada, moral y efectivamente, represión ilegal por parte de la conducción militar responsable del golpe de estado de 1976, como si la crueldad y aberraciones cometidas por orden de la cúpula militar de entonces le pudiera dar validez a las atrocidades cometidas por la guerrilla terrorista que asesinó a civiles, militares, empresarios, policías y sindicalistas, en una lógica que impone a priori el concepto de que las muertes se justifican en tanto las perpetre el bando "amigo".

La Historia, "mater et magistra"

En la escuela nos enseñaban que la Historia es "mater et magistra", o sea, madre y maestra, porque nos muestra los errores y aciertos del pasado para evitarlos y valorarlos, respectivamente, en el presente y el futuro. Pues bien, lejos del maniqueísmo de la historia de los derrotados, bien podríamos los argentinos detenernos en la historia más reciente y llena de enseñanzas de nuestras repetidas equivocaciones en materia política y económica que nos llevaron a la decadencia de hoy, esto es, la insistencia en los controles ominosos de nuestra vida y decisiones a través de reglas y leyes que muy pocos países alguna vez pusieron en práctica y que nunca funcionaron, por otra parte, pero que nos trajeron la inflación, los déficit del sector externo y del gobierno, la deuda externa e interna, la pobreza, el abandono de las economías regionales y el acentuamiento de la brecha entre el Litoral y el resto de la Argentina.

Esta historia es reciente y muchos argentinos la tenemos presente, al punto que la hemos vivido hasta hace muy pocos meses atrás. De esta historia podemos extraer enseñanzas, cuanto menos, para tener presente lo que "no" debemos volver a hacer, y con solo eso, ya habremos dado un gran paso para dejar atrás esa historia que nos tiene atrapados y nos impide hacer frente a los desafíos del presente y del futuro.

La lucidez que pretendemos poseer en grado sumo debería advertirnos que, más importante que el tamaño del sable de nuestros antepasados y la "verdadera" ideología de jóvenes idealistas que supuestamente la tenían clara, es la pobreza agobiante de muchos demasiados- compatriotas, a los que condenamos a vivir sin agua potable, vivienda digna y trabajo decente, y sin esperanza para sus hijos, a los que condenamos de antemano al mismo futuro miserable de sus padres, embelesados en un pasado que, por definición, es irrevocable y que, sin duda, nunca fue "glamoroso", como lo pretenden sus exégetas.

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