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Apunten contra la religión y la fe popular

Miércoles, 16 de agosto de 2017 00:00

Hoy, 16 de agosto, empieza la audiencia pública convocada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación a fin de oír a los "amigos del tribunal" que defenderán posiciones antagónicas respecto de la enseñanza de Religión.

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Hoy, 16 de agosto, empieza la audiencia pública convocada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación a fin de oír a los "amigos del tribunal" que defenderán posiciones antagónicas respecto de la enseñanza de Religión.

Llegamos a esta instancia por iniciativa de una porteña Asociación por los Derechos Civiles (ADC), ocupada en esta clase de menesteres según su sitio web http://adc.org.ar/ (y por ello aterrizó en Salta), accionando por sus derechos y el de algunos padres de familia agraviados por esa situación. Pero se llega también con una fuerte carga de preconceptos ideológicos y deformaciones conceptuales anticatólicas (en definitiva de eso se trata) que asombran. Y de paso la ligan los demás cultos.

En la acción de amparo impugnan la constitucionalidad del artículo 49 de la Constitución de Salta, que -desde 1886, vale recordar- promueve el derecho de los padres a que sus hijos reciban educación religiosa conforme a sus convicciones en la escuela pública, y la de los artículos pertinentes de la ley de educación provincial (n§ 7.546/08), la cual garantiza el derecho de las familias a que sus hijos reciban tal formación. La asignatura integra, pues, los planes de estudio y se imparte dentro del horario de clases.

La ADC y sus patrocinados presentaron su demanda en junio de 2010, reclamando la "neutralidad" del Estado en materia religiosa, la declaración de inconstitucionalidad de la ley salteña y, en consecuencia, la ilegalidad de las actividades de funcionarios del área que impongan la "enseñanza obligatoria de la religión católica".

Luego de recorrer el espinel judicial, el caso llegó a nuestra Corte provincial, la que finalmente declaró -en septiembre de 2014- la constitucionalidad del art. 49 CS y de la ley mencionada, confirmando que la enseñanza religiosa integra los planes de estudios y se imparta en horario de clases y ordenando el desarrollo de un programa alternativo para quienes quieran ser instruidos en cualquier religión, además que los usos religiosos tengan lugar únicamente durante la clase específica. Quedaron medio en nebulosa los parámetros establecidos por la Observación General n§ 22 del Comité de Derechos Humanos y la Observación General n§ 13.28 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales ambos de la ONU (accesibles por internet). Es larga la lista de "amicus curiae" que aportarán sus argumentos a favor y en contra. Hay en ambos casos personas individuales, juristas e intelectuales muy reconocidos, iglesias, entidades civiles e instituciones públicas. Varios salteños -el Pbro. Julio R. Méndez, los abogados José Durand Mendioroz, Ricardo Gómez Diez y Julio San Millán- defenderán lo primero; Pablo López y Gabriela Cerrano apostarán por la inconstitucionalidad, obvio.

En la variopinta vereda opuesta se alinean la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Centro de Estudios Legales y Sociales (con una ristra de asociaciones similares de otros países), la Gran Logia Masónica de la Argentina, la Universidad Nacional de Buenos Aires, la Conadu, en cuyas presentaciones sobrevuela una visión etnocéntrica-posmoderna, proveniente de ese progresismo a la europea incapaz de constatar los componentes de la identidad argentina. En fin, una en fila desgranarán sus ponencias acerca de la barbarie de la conquista española, sobre la condición laica del Estado argentino, que no se enseña "religión" sino catequesis católica, que se discrimina a niños de padres no religiosos, que la religión es medieval, etc., etc.

Religión en el orden institucional

Parece oportuno recordar otra vez que la Argentina no es un Estado sacral, tampoco es un Estado laico sino un Estado secular. Se diferencian mucho: el Estado "sacral" es aquel en el cual religión y Estado se identifican completamente (Irán, por ejemplo); el "laico" asume la total prescindencia o neutralidad estatal respecto de cualquier confesión religiosa y sin considerar la realidad religiosa de la sociedad (Francia, México); en cambio el "secular" reconoce o sostiene un culto determinado en tanto asume el fenómeno espiritual de su comunidad y, por ello, lo institucionaliza considerando la composición religiosa mayoritaria del pueblo.

En suma, la confesionalidad en Argentina adoptó el modo secular. Tal distinción fue expuesta por Germán Bidart Campos en su Manual de la Constitución reformada (Ediar, Tomo I cap. XI. Buenos Aires, 1998), para quien esa es la manda del art. 2 CN: "El Gobierno Federal sostiene el culto católico apostólico romano", sin perjuicio del derecho de profesar libremente otros cultos, conforme prevé el art. 14 CN. [Además súmese aquello del Preámbulo: "Invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia"].

Por ende, considerar a la Argentina un "Estado laico" es un error conceptual; para que así fuese debe mediar una reforma constitucional que elimine ese rasgo identitario.

Ateos "militantes" y antiiglesias de toda laya inducen a confusión cuando reclaman la separación de Estado e Iglesia Católica (que bien separados están y para eso el concordato de 1966 negociado por Miguel A. Zavala Ortiz), en su afán de socavar la espiritualidad del pueblo argentino. ¿Por qué, para qué?; ¿con qué derecho negar el componente cristiano que está en la idiosincrasia social de las provincias fundantes de esta Nación?

La religión en el mundo

En otra ocasión referí a este tema (ver "¿Qué Papa necesita la Iglesia? A propósito de la religión y el mundo actual", Revista Claves n§ 217 marzo de 2013 con motivo de la renuncia de Benedicto XVI (http://gebarbaran.blogs pot.com.ar). Allí comenté un libro de Jorge Castro que pasó desapercibido (Dios en la plaza pública. Benedicto XVI, política y cultura en la era de la globalización, Ágape Libros, Buenos Aires, 2012; bre ve pero provocador.

Castro analizó en un capítulo la política planetaria de la Iglesia Católica, a partir de la visión de Ratzinger sobre el arrumbamiento de un Dios irrelevante para la modernidad y la técnica: “Para restaurar la importancia de Dios en la vida pública, es preciso superar la razón instrumental en que se fundó el progreso tal lo hemos conocido, por una razón de fines, que en definitiva implica el rescate del sentido trascendente de la creatura humana y de las cosas a su servicio”. Este es, en definitiva, el desafío de todas las religiones del mundo en el cual están hoy abocadas.
Definir las competencias de Dios y el César no implica expulsarlo de las plazas ni reducirlo a una cuestión doméstica (que también lo es), o prohibir su presencia pública tal como se ha impuesto con el Iluminismo. Mas bien urge una autocrítica de la posmodernidad bañada en Marx, Nietzche, Sartre y Marcuse. Para Castro se trata entonces de una lucha política con alcance planetario, que no se agota (tal vez ni siquiera se ciña) en el choque de civilizaciones sobrevaluado por S. Huntington.
Sin embargo, y pese a sus tantas muertes, Dios está siempre presente. El resurgir de lo religioso tiene una explicación en la crisis de un secularismo incapaz de dar respuestas trascendentes, arrastrada por Occidente durante el siglo pasado. Y puesto que “no hay fe sin conciencia histórica”, como enseñaba Benedicto XVI, será más fácil superar la crisis de la modernidad facilitándole al hombre la recuperación de la fe y el sentido de su existencia.
La Oficina Internacional de Educación de la Unesco ha preparado una lista de 73 países que han incluido la enseñanza de la religión en los primeros nueve años de escolaridad (datos a 2003). Desde entonces la nómina se incrementó con Brasil (2009) y Rusia (2012). 
La enseñanza de religión escolar está igualmente instalada en Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. En algunos países europeos no ha sido fácil mantener esa enseñanza, finalmente corroborada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Esta información está a disposición de cualquiera que se sume al debate con buena fe.
El Consejo de Europa, máxima instancia política de la Unión Europea, ha señalado la importancia del conocimiento de las religiones y de su papel positivo para las personas y sociedades (recomendaciones Nº 1720/2005 y Nº1804/2007, disponibles en internet).
André Malraux (agnóstico él) pronosticó en un reportaje que el siglo XXI sería religioso (“espiritual”, interpretaron otros) o no sería. Y las estadísticas confirman el aumento de la religiosidad y espiritualidad de la gente. Según datos publicados en el Dossier Nº 48 (julio/septiembre 2013) de La Vanguardia (“Geopolítica de la Santa Sede”), a ese año el 17,5 % de la población mundial es católico y el 16,5 % de otras iglesias cristianas; el 21 % son musulmanes; el 14 % hinduistas, el 6 % confusionistas, otro 6 % budistas; el 3 % de confesiones tradicionales (judíos, shiks y otros). Cristianos y musulmanes hacen más de la mitad de la población del mundo (casi 3.000 millones de personas). Y los porcentajes van en alza más allá de la intensidad de la práctica religiosa de cada cual. 
La mayoría del 16 % no religioso (agnósticos y ateos) está radicada en Europa y América del Norte.

A modo de cierre

La persistencia de conflictos políticos, económicos y sociales, la deslegitimación política a causa de la corrupción y las desigualdades obscenas están clamando por un drástico cambio de rumbo. 
Es difícil arraigar ética en una sociedad relativista y este debate no se da solo en Occidente.
La Iglesia Católica, por su lado, embistió contra la herencia iluminista a partir de la convocatoria al Concilio Vaticano II (1962-1965), que inició un tiempo nuevo con la “opción preferencial por los pobres” y la decidida incorporación del laicado a sus actividades (“Iglesia somos todos”).
Las principales cancillerías del mundo saben que la estabilidad política mundial necesita el avance del diálogo ecuménico (entre religiones cristianas) e interreligioso (entre todas las confesiones). 
Varios de los conflictos pendientes pueden desactivarse por esa vía. De modo que apostar por conocimiento de las religiones en las escuelas sin duda contribuirá a que haya entre los seres humanos mayor comprensión y tolerancia.
Dios y el César tienen definidas sus competencias, pero en esta etapa de la humanidad a los césares no les conviene seguir ignorando a Dios. 
Y un pueblo en cuya idiosincrasia la fe religiosa es un componente esencial, tiene derecho a la enseñanza de Religión. Negarlo será una mala lectura de este convulsionado tiempo.

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