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Futbolista y panadero, la historia de un pibe que quiere triunfar

Sergio Chávez, volante de Villa Primavera, explicó lo que significa jugar en el club de su amores sin descuidar su otra profesión: la de panadero.
Jueves, 29 de marzo de 2018 21:48

Villa Primavera, un barrio reconocido por su devoción al fútbol y cuna de grandes jugadores, atesora cuantiosas vivencias. Sergio Chávez, nacido en el potrero, forma parte de estas historias.
El defensor-volante disfruta de una experiencia inigualable en Primavera, club por el que tiene un gran sentido de pertenencia, que lucha por meterse en semifinales del Federal C.
“Primavera es algo único, es un sentimiento que no tiene explicación. Nací y me crecí en el barrio, jugué desde los cuatro años. Me enorgullece mucho jugar aquí”, dijo Chávez en diálogo con El Tribuno.
El gallito pasó del amateurismo, jugaba el torneo de barrios, a luchar por un ascenso al Federal B, todo un mérito. “La villa siempre fue un equipo de barrio pero tiene ese fútbol que lo caracteriza”, destacó el mediocampista de Primavera.
Toda historia tiene un plus para destacar y esta no es la excepción: Chávez, quien reside frente a la cancha de Rivadavia, el corazón de V° Primavera, dio sus primeros pasos como jugador en la escuela de fútbol de Humberto Lasquera, actual presidente del gallito. “Tengo muchos recuerdos y anécdotas, compartí muchas cosas con Chacho (Lasquera) y mis compañeros. Estoy con él de los cuatro años, me acuerdo que salía de la escuela y no llegaba a mi casa, me sacaba el delantal y me quedaba a jugar a la pelota”, recordó Sergio con una sonrisa picaresca y agregó: mi mamá (Ana) me retaba porque llegaba con la ropa sucia o las zapatillas rotas. Es algo único lo que pasé en Primavera”.
Lasquera formó parte muy importante en la vida Chávez: “Chacho me puso en el camino correcto, es como un padre para mí porque no tengo, fue el hombre que aconsejó y apoyó en todo momento”, distinguió con cierta emoción y gratitud.
Pimpim, como lo conocen sus compañeros, se formó en las inferiores de Comercio, aunque consideró: “Soy jugador de Primavera, siempre lo voy a decir. En Comercio estuve de novena hasta cuarta, después Chacho me consiguió un prueba en Juventud, jugué en cuarta, me subieron a tercera y al año siguiente pasé a la local, después promovió a la profesional (Alberto) Pascutti”, relató Chávez quien debutó en el santo frente a Güemes (SdE) por Copa Argentina (2015).
En su paso por el club de calle Lerma y San Luis, hubo a dos técnicos que lo marcaron mucho: “Guacha (Luis) Flores me enseñó como es el fútbol y me dio una posición (defensor), el Tahuichi (Albornoz) me hizo el juego más claro”, explicó.
La nueva posición que le encontró Hugo Rivero, DT de Primavera, se sienta bien a Chávez: “Estoy cómodo porque me gusta jugar el roce, ese juego picante de barrio donde no se le teme a nadie. Con ese juego nací en Primavera”.
Próximo a cumplir 22 años, Pimpim Chávez, padre de Sofía, trabaja en una panadería para mantener a su familia, una profesión que aprendió por necesidad: “Son circunstancias de la vida, comencé a trabajar cuando mi señora estaba de cuatro meses. Arranque como ayudante y ahora ya estoy haciendo tortillas y tiras”, reconoció son satisfacción.
Sergio, de familia humilde y trabajadora, habló de la intimidad de su hogar: “Creo que mi mamá, que es diariera, nunca me vio jugar a la pelota pero pienso el día de mañana estará orgullosa de mí”, concluyó.    

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Villa Primavera, un barrio reconocido por su devoción al fútbol y cuna de grandes jugadores, atesora cuantiosas vivencias. Sergio Chávez, nacido en el potrero, forma parte de estas historias.
El defensor-volante disfruta de una experiencia inigualable en Primavera, club por el que tiene un gran sentido de pertenencia, que lucha por meterse en semifinales del Federal C.
“Primavera es algo único, es un sentimiento que no tiene explicación. Nací y me crecí en el barrio, jugué desde los cuatro años. Me enorgullece mucho jugar aquí”, dijo Chávez en diálogo con El Tribuno.
El gallito pasó del amateurismo, jugaba el torneo de barrios, a luchar por un ascenso al Federal B, todo un mérito. “La villa siempre fue un equipo de barrio pero tiene ese fútbol que lo caracteriza”, destacó el mediocampista de Primavera.
Toda historia tiene un plus para destacar y esta no es la excepción: Chávez, quien reside frente a la cancha de Rivadavia, el corazón de V° Primavera, dio sus primeros pasos como jugador en la escuela de fútbol de Humberto Lasquera, actual presidente del gallito. “Tengo muchos recuerdos y anécdotas, compartí muchas cosas con Chacho (Lasquera) y mis compañeros. Estoy con él de los cuatro años, me acuerdo que salía de la escuela y no llegaba a mi casa, me sacaba el delantal y me quedaba a jugar a la pelota”, recordó Sergio con una sonrisa picaresca y agregó: mi mamá (Ana) me retaba porque llegaba con la ropa sucia o las zapatillas rotas. Es algo único lo que pasé en Primavera”.
Lasquera formó parte muy importante en la vida Chávez: “Chacho me puso en el camino correcto, es como un padre para mí porque no tengo, fue el hombre que aconsejó y apoyó en todo momento”, distinguió con cierta emoción y gratitud.
Pimpim, como lo conocen sus compañeros, se formó en las inferiores de Comercio, aunque consideró: “Soy jugador de Primavera, siempre lo voy a decir. En Comercio estuve de novena hasta cuarta, después Chacho me consiguió un prueba en Juventud, jugué en cuarta, me subieron a tercera y al año siguiente pasé a la local, después promovió a la profesional (Alberto) Pascutti”, relató Chávez quien debutó en el santo frente a Güemes (SdE) por Copa Argentina (2015).
En su paso por el club de calle Lerma y San Luis, hubo a dos técnicos que lo marcaron mucho: “Guacha (Luis) Flores me enseñó como es el fútbol y me dio una posición (defensor), el Tahuichi (Albornoz) me hizo el juego más claro”, explicó.
La nueva posición que le encontró Hugo Rivero, DT de Primavera, se sienta bien a Chávez: “Estoy cómodo porque me gusta jugar el roce, ese juego picante de barrio donde no se le teme a nadie. Con ese juego nací en Primavera”.
Próximo a cumplir 22 años, Pimpim Chávez, padre de Sofía, trabaja en una panadería para mantener a su familia, una profesión que aprendió por necesidad: “Son circunstancias de la vida, comencé a trabajar cuando mi señora estaba de cuatro meses. Arranque como ayudante y ahora ya estoy haciendo tortillas y tiras”, reconoció son satisfacción.
Sergio, de familia humilde y trabajadora, habló de la intimidad de su hogar: “Creo que mi mamá, que es diariera, nunca me vio jugar a la pelota pero pienso el día de mañana estará orgullosa de mí”, concluyó.    

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