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“Dietazo”, ¿desorientación y después?

Lunes, 22 de abril de 2024 01:00
VICTORIA VILLARRUEL | REFLEJOS RÁPIDOS EN EL INCÓMODO LUGAR ENTRE EL EJECUTIVO Y EL CONGRESO.

El "dietazo" de los senadores argentinos del jueves pasado generó oleadas de comentarios que todavía continúan a lo largo y a lo ancho del país. Las reacciones son diversas, van desde la repugnancia legítima de los más sumergidos y vulnerables, hasta reflexiones con toques de humor que amortiguan el impacto, pero entre ambos creció un generalizado rechazo.

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El "dietazo" de los senadores argentinos del jueves pasado generó oleadas de comentarios que todavía continúan a lo largo y a lo ancho del país. Las reacciones son diversas, van desde la repugnancia legítima de los más sumergidos y vulnerables, hasta reflexiones con toques de humor que amortiguan el impacto, pero entre ambos creció un generalizado rechazo.

Los primeros se sienten agraviados: la explicación que ensayaron los pocos (poquísimos) que se animaron a defender el pase de 3 a 7 millones de pesos (brutos) argumentaron que "no es justo que un senador gane menos que un tuitero del Presidente". Es tan absurdo el razonamiento que se agota cuando les responden que hasta un tuitero trabaja más que un senador, si se tienen en cuenta al menos los últimos dos años de actividad y productividad de la Cámara alta. Además, si el razonamiento se funda en la injusticia de la retribución de un senador, quiere decir que los senadores considerarían justa las retribuciones de los jubilados, los maestros, los médicos, los policías, etc., etc., etc., todos estos cualunques trabajadores, sin posibilidad de autoaumentarse sus haberes en menos de 52 segundos, mientras siguen olvidados de una gestión política que vele por sus derechos a un salario digno. Es cierto que el monto total del aumento para los 72 senadores no moverá la aguja del presupuesto del país, pero lo cuestionable es tanto la oportunidad, como la desvergüenza de la actitud, con la procacidad de las defensas esgrimidas.

En los toques de humor, se viralizaron las comparaciones de la tímida, casi imperceptible, escondida aparición de los dedos levantados en tono de aprobación, del presidente de la Unión Cívica Radical, senador Martín Lousteau: fue como aquella "mano de Dios" del genial Diego: él la escondió para su genial travesura (luego reconocida y aceptada como trampa), que enloqueció de alegría a todo un país que volvía de la guerra. En vista del escándalo ulterior, senadores de LLA presentaron un proyecto pidiendo dar marcha atrás con el "dietazo".

Otro tanto piden los del PRO, y desde el kirchnerismo amenazan con un proyecto que limite las dietas de senadores y diputados nacionales en el futuro. Otros, ridículos, quieren renunciar al aumento. El caso que es el hecho está consumado, y ningún senador podrá hacer creer a ningún argentino que aquella votación veloz y subrepticia lo tomó por sorpresa. Hubo quienes trataron de culpar a la vicepresidenta de la Nación por el episodio, pero Victoria Villaruel, que también conocía todo de antemano, pero legalmente jamás hubiera podido detener el despropósito, les respondió con su habitual socarrona solvencia. El que estalló en cólera, dicen que casi del mismo nivel que cuando le contaron los aumentos de las empresas prepagas de salud, fue el presidente Javier Gerardo Milei.

Los ex Juntos, radicales y el PRO tienen pendiente unificar criterios, discursos y posiciones, y preguntarles a sus jefes Lousteau y Macri hacia dónde piensan ir y cómo; las innumerables Izquierdas siguen en su estilo por mantenerse divididas; el peronismo no atina a resolver si adoptarán definitivamente un perfil moderno y democrático o si adscribirán al club del helicóptero. Y los Renovadores solo miran a Sergio Massa y a Malena Galmarini, esperando que el libro del exministro y presidente a cargo, próximo a aparecer, les indique algún camino que valga la pena seguir. Pero, después de pensarlo dos veces, la ira presidencial se transformó en un alegre gesto de triunfal altanería: "la casta" acababa de entregarle al Presidente otro maravilloso puñado de argumentos para que crezcan su figura y sus expectativas de sumar legisladores en la elección del año que viene. En el mismo tono ya está recibiendo con agrado los anunciados paros de la CTA (el 30, antes del feriado) y de la CGT (el 15 de mayo). De una u otra forma, todos hacen campaña para Javier Milei, mientras él solo tiene que priorizar ocuparse de ordenar la tropa propia, y zafar de las comparaciones que pretenden nivelar la absurda indolencia frente al terrible Aedes aegypti, con la catástrofe vivida con el coronavirus todas dolorosas derivaciones. Y claro, darle dignidad a la clase trabajadora.

Los legisladores de Jujuy quedaron atrapados en la telaraña: los senadores Ezequiel Atauche y Vilma Bedia, superados una vez más por los rapiditos más experimentados del Senado. Moisés, agradecida por los aumentos y refugiada en el silencio estridente de su bloque, igual que los diputados nacionales kirchneristas Snopek y Chaher. Los radicales Rizzotti y Sarapura, que otra vez prefieren el silencio antes que emitir una opinión que los descoloque frente al presidente de su Partido; al libertario Quintar (que dona su sueldo) el episodio parece no importarle y a Ale Vilca, como a todos los de la izquierda, le resbala el tema dietas, pero también hicieron mutis por el foro.

Los gremios locales no dejan de expresar disconformidad frente a los ofrecimientos del Gobierno; mientras para mañana, se espera una gran movilización en la Marcha Federal Universitaria en defensa de la universidad pública, la ciencia y la tecnología. Hasta hoy, se afirma que las concentraciones serán en plaza Belgrano de esta capital, en plaza Álvarez Prado de Tilcara y no descarta otras en las principales ciudades del interior. Y dos temas gruesos esperan noticias en los despachos de la Legislatura: la ley de emergencia y la ley de coparticipación municipal. Los últimos días de abril no prevén treguas para nadie.