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Los robots vienen marchando

Miércoles, 24 de mayo de 2017 00:00

Los Jinetes del Apocalipsis: en una nota anterior se planteaba que "los robots vienen marchando", más que como santos, cual jinetes del Apocalipsis, jinetes que son muchos más que dos y, peor aún, muchos más que cuatro.

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Los Jinetes del Apocalipsis: en una nota anterior se planteaba que "los robots vienen marchando", más que como santos, cual jinetes del Apocalipsis, jinetes que son muchos más que dos y, peor aún, muchos más que cuatro.

Probablemente no serviría de gran consuelo advertir que estos jinetes no montan briosos y tenebrosos corceles, sino inofensivas ruedas y en la mayoría de los casos, operan sobre soportes fijos.

De todas formas, este aspecto inofensivo, se nos dice, sería en realidad una máscara bajo la cual se ocultaría el peor infierno que se va a desatar sobre los humanos.

¿Será así?...

Un poco de Economía

En Economía existe una importante equivalencia que muchos economistas equivocadamente identifican con la así llamada Ley de Say, que es otra cosa y, además, controvertida.

Equivalencia que se da entre la producción de bienes y servicios, por una parte, y el pago de los recursos que la hacen posible, por la otra.

Esta equivalencia es doble, porque es inimaginable que las empresas logren generar bienes y servicios sin pagar por ellos. Al mismo tiempo, tampoco es verosímil que alguien reciba ingresos por algo que no hizo, si bien los "ñoquis" y otros especímenes logrados por el sector público no solo no producen "bienes" sino que engendran "males".

Pero esto se subsana "gracias" a los impuestos o la inflación, que es lo mismo- que le quitan "equitativamente" poder de compra a los que sí producen, lo que le permite al Estado financiar -y perpetuar- esta anomalía.

Una economía de robots

Conforme esta idea, si la economía ahora va a producir los mismos bienes y servicios de siempre, pero exclusivamente con robots, los precios de esta producción en principio serán los mismos, pero los costos se harán bruscamente menores porque los inofensivos - espeluznantes robots "cobran" una mísera parte de la nómina de salarios y beneficios que recibían los humanos.

¿Qué ocurrirá entonces?

Lo que se observará es que, al haber sido desplazados los humanos y consecuentemente verse privados de ingresos, las personas carecerán de los recursos necesarios para comprar los bienes y servicios ahora ofrecidos por robots.

En tal caso, y como se señalaba en la nota anterior, la economía colapsaría rápidamente porque se presentaría una sobreproducción que no encontraría demanda, muy a pesar del señor Say, porque los simpáticos - demoníacos - robots no están interesados en los sofisticados bienes y servicios que consumían los humanos, impedidos ahora de hacerlo por carencia no ya insuficiencia - de demanda efectiva, y obligados por lo tanto a transformar sus pautas de consumo y de todo tipo.

La pata que falta

De la mano invisible a las instituciones activas: evidentemente, al escenario anterior le falta una "pata", que es nada menos que la parte institucional.

Mal que les pese a los economistas ortodoxo - anarquistas, el Estado es necesario, no para hacer lo que hace el mercado, sino para hacer lo que nadie se ocupa de realizar, como sostenía Keynes.

Consecuentemente, y del mismo modo que, luego de la Segunda Guerra Mundial se entendió que el Estado -y el conjunto de ellos, a través del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros institutos, llenos de errores, pero necesarios- debía tomar a su cargo el diseño de un escenario válido para todas las naciones, desterrando las catastróficas guerras comerciales asociadas al "laissez - faire", en el marco de una economía de robots se hará imprescindible despejar un nuevo camino para que se compatibilice la enorme oportunidad que éstos ofrecen con los desafíos que presentan las inconsistencias que se generarían en ausencia de un marco regulador eficaz.

¿Apocalipsis o Paraíso?...

Si se conforma este marco regulatorio, que en trazo grueso significaría que la diferencia entre los costos de producción "viejos" y los "nuevos" serían absorbidos por impuestos que se entregarían a la población para que restablezca su consumo incluso con más y mejores bienes y servicios a cargo de emprendedores privados, públicos o mixtos, con la condición de que sean eficientes y decentes, por supuesto en tal escenario claramente las inconsistencias de la economía de robots -"laissezfaireanos" se reducirían a un mínimo o desaparecerían.

¿Qué tipo de nuevos bienes y servicios podrían crearse? Claramente, más y mejores teatros, juegos, diversiones, educación de calidad, turismo y todo lo que la imaginación, que sin duda constituye la "ventaja competitiva" de los humanos respecto a los robots, permita suponer.

Este marco regulatorio, desde luego, debería ser cuidadosamente pergeñado de modo de evitar la aparición de nuevas burocracias, "ñoquis" y todos los esperpentos que los gobiernos se dan maña para montar...

Engendros que, a no dudarlo, son mucho más peligrosos que los supuestos robots - satánicos, los que, bien empleados, podrían ser, en cambio nuestros ángeles salvadores que nos regresen al Paraíso que perdimos, mostrando, de paso, que, como todas las herramientas y las construcciones físicas o institucionales creadas por el hombre, los robots - perversos - angélicos no son más ni menos que el uso que los humanos hagamos de ellos.

 

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