El comedor más humilde de la Ciudad Termal, al que acuden más de cuarenta niños de bajos recursos, tiene la ilusión de festejar y compartir la Nochebuena. Ubicado en el barrio Santa Ana, más conocido como El Bajo, necesita la colaboración de la comunidad rosarina. La idea es cocinar (en el horno de barro) pollos acompañados con una ensalada rusa.
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El comedor más humilde de la Ciudad Termal, al que acuden más de cuarenta niños de bajos recursos, tiene la ilusión de festejar y compartir la Nochebuena. Ubicado en el barrio Santa Ana, más conocido como El Bajo, necesita la colaboración de la comunidad rosarina. La idea es cocinar (en el horno de barro) pollos acompañados con una ensalada rusa.
Cabe recordar que Sueños y Esperanzas nació en febrero del 2018 ante la necesidad alimenticia de veinte niños. Con el paso del tiempo la cifra de niños se duplicó al igual que las necesidades.
Mirta Salvatierra, una humilde mujer que vive en Santa Ana, es la encargada de alimentarlos. Lucha día a día con las múltiples necesidades, con el clima, ya que se cocina a fuego y leña, con la misma infraestructura del lugar, cuando llueve se inunda, pero pese a las falencias, no se rinde y logra su cometido: llenar el estómago de esos niños.
Lo que piden / Necesitan una docena de pollos y para la ensalada, nueve kilos de papas, dos maples de huevos y dos kilos de zanahoria.
En vistas de la Nochebuena, y con toda la esperanza, tal como lleva el nombre el comedor, doña Mirta expresó: "Cocino de lunes a viernes para todos los chicos y esto es gracias a los vecinos que colaboran día a día. Y ahora que llega la navidad, ellos tienen la ilusión de repetir el festejo que se logró hacer el año pasado, también gracias a la colaboración de muchas personas solidarias y de gran corazón que en ese momento cuando tuvimos la idea, no dudaron en ayudarnos. Tengo fe que ahora también".
En cuanto a lo que se necesita para poder realizar el festejo de la Nochebuena el próximo veinticuatro de diciembre, indicó: "Como tengo un horno de barro, y es lo más económico, nos haría falta una docena de pollos, y para la ensalada, nueve kilos de papas, dos maples de huevos y dos kilos de zanahoria. Esos son los cálculos para los cuarenta chicos fijos, pero siempre se suman algunos más".
El sueño de Mirta / "Mi anhelo y mi sueño es que los 40 chicos que vienen al comedor puedan tener las cuatro comidas: desayuno, almuerzo, merienda y cena".
Para sustentar el lugar, Salvatierra contó que "al principio yo salía todos los días a pedir mercadería para cocinarles a los chicos, pedía carne, pollo, verduras, y así juntaba y me daba vueltas para hacerles alcanzar la comida".
"Otra gente se fue haciendo eco y conocimos a unos chicos que juegan al fútbol, Jaloneros, y en cada encuentro juntan todo tipo de mercadería, gracias a ellos también subsiste nuestro humilde comedor. Por la pandemia que hubo ya no pude salir más. A Dios gracias, apareció don Lalo, quien me empezó a colaborar y así pude seguir cocinando".